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ESAU MARCADO POR EL ENGAÑO

06/03/16- Por Katalina Keith

─ ¡Isaac, Isaac! Le tengo una buena noticia.
Sonriente, Rebeca acercó a su esposo con los brazos extendidos. ─Dios ha escuchado su oración.
Isaac la miró a los ojos y la tomó en sus brazos. ─Gracias Dios─ susurró. ─Vamos a tener un hijo.
La felicidad duró poco tiempo. El embarazo se tornó difícil y Rebeca se sintió cada vez peor. Le entró tanto el desespero que perdió las ganas de vivir. Un día se preguntó, ─Si esto va a seguir así, ¿para qué sigo viviendo? Voy a preguntar al Señor que pasa conmigo.
La respuesta la sorprendió. ‘Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor’.
Rebeca se tranquilizó aunque no entendía exactamente lo que significaba la respuesta.
Llegó el momento de dar a luz, un momento que trajo una sorpresa para todos. ¡Rebeca tuvo mellizos!
El primero en nacer era pelirrojo y tenía todo su cuerpito cubierto de vello. Miraron a la criaturita sorprendidos. ─Su nombre será Esaú,─ dijeron, porque en hebreo Esaú significa ‘velludo’.
El segundo bebé nació agarrado con una mano del talón de Esaú. Decidieron acordar siempre esa novedad y le pusieron el nombre Jacob, que sencillamente en hebreo significa ‘él agarra el talón’.


*** *** ***

─ ¡Voy a decir a mi mamá!
El pequeño Jacob metió zancadilla a su hermano y se echó a correr.
─ ¡Que me importa! Dígale. Yo le cuento a mi papá.
Indignado, Esaú se levantó del suelo y sacudió el polvo de sus piernitas velludas. Corrió hacia donde su papá estaba sentado, subió en su regazo y le puso la queja. La aprobación de su padre compuso la situación en segundos. Esaú sonrió. Sabía que siempre podía contar con el apoyo del papá.
Las peleas infantiles de los dos niños causaban constantes disgustos entre los padres. La madre mimaba a Jacob, mientras Esaú fue el preferido del papá. Isaac y Rebeca, sin darse cuenta, así fortalecían la rivalidad entre los mellizos. Y peor todavía, fue un abono potente para el crecimiento de una raíz de amargura en el corazón de un miembro de esa familia.


*** *** ***

Los niños crecieron y cada uno desarrollaba su propia personalidad y habilidad. 

A Esaú la encantaba el campo. Su felicidad era salir a cazar para luego llegar a recibir las felicitaciones de su padre quien le gustaba comer de lo que él cazaba. El cansancio se esfumaba al escuchar la pregunta:
─Mijo, ¿Qué me trajo? Al caer la noche los dos se sentaban a disfrutar de la presa y de la compañía del uno al otro.
Jacob, por otro lado, prefería quedarse en el campamento cerca de su madre. No fue ningún secreto que Rebeca quería más a Jacob. Desde muy pequeño ella le enseño a escuchar su voz y hacerle caso.


*** *** ***

Jacob silbaba mientras revolvía el contenido de la olla con el cucharón. Cerró los ojos por un momento para apreciar el provocativo y tentador olor a guiso de lentejas.
De repente la paz y tranquilidad fueron interrumpidas con la llegada de su hermano, que bulloso, llamaba la atención como siempre.
─Seguro viene a molestarme. ¡Qué pereza!─ Jacob hizo un gesto y volteó a mirar a su hermano.
─Ay, que cansancio, ─dijo este, tirando su arco y aljaba al suelo. ─La caza fue muy difícil hoy. Estoy agotado.─ Arrugó su nariz y acercando a la olla, olió las lentejas. Señalando con un dedo, continuó ─Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy cansado.
Jacob frunció el ceño. Su respuesta fue instantánea, rápida como una flecha que vuela hacia el blanco. ─Véndeme primero tus derechos de hijo mayor.─ Se retuvo la respiración mientras esperaba la reacción de su hermano.
─ ¿De qué me sirven los derechos de primogénito? ¿No ve que me estoy muriendo de hambre?─ Para enfatizar su situación crítica, Esaú se desplomó al suelo y cerró los ojos.
Jacob viendo que su hermano estaba en serio, insistió: ─Véndeme entonces los derechos bajo juramento.
Esaú abrió sus ojos y sin pensar dos veces se lo juró. Vendió a Jacob sus derechos de primogénito.
─Tome hermano.─ Jacob le pasó un plato de lentejas guisadas y un pan. Esaú se sentó y los recibió, saboreando cada cucharada. ─Tiene buena sazón, ─admitió mientras devoraba las lentejas, las rojas que más le gustaba. De ese día en adelante le pusieron por sobrenombre, Edom, que significa ‘rojo’. 

Continuará


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