EL SECUESTRO MASIVO Y LA OPERACION RESCATE
Lucifer sonrió con malicia. Se había desatado confusión en el cielo y muchos ojos estaban puestos en él. Con astucia había convencido una tercera parte de los huestes celestiales a adorarlo a él. ¿No era él el más hermoso de todas las criaturas creadas? El orgullo le brotó por los poros y lo envolvió en un manto de auto-encantamiento.
Los ángeles fueron creados para alabar a Dios, por medio del servicio y por medio del canto. Como seres creados la relación con Dios dependía de su decisión de alabar a él. Necesitaban alabar para poder mantener esa relación, aunque Dios, siendo Dios no necesitaba que le alabaran.
Pero Lucifer sí lo necesitaba. Él moría por la alabanza, se obsesionó con ella. En su reino recién formado, él era el dictador: Satanás el dictador cruel del reino de las tinieblas.
Claro que no tenía la menor intención de dejar que sus súbditos supieran que estaban bajo su dictadura. Les ofrecía la opción del “bien y el mal”. Pero una vez que estaban en su reino, nada podían hacer para librarse de su poder.
Satanás se rió hacia adentro pensando en este máximo engaño y esperaba una oportunidad para poner en acción su plan malévola: un secuestro masivo.
Luego ocurrió la creación de la humanidad.
¡Como se deleitaba Dios en la creación de los primeros dos seres humanos! Los creó diferente a los ángeles: cuerpo, alma y espíritu. Siendo él Espíritu, Dios se comunica con el espíritu del ser humano. Les dio un alma con emociones, voluntad e intelecto. Con el alma escogerían si iban a adorar a Dios o no. Él no hizo robots. Los dejó escoger. Podían quedarse en su reino de bajo su dirección o podían escoger salirse del reino.
Satanás se retorció mientras observaba la creación perfecta. Él quería desesperadamente esos dos seres humanos. Anhelaba su adoración. Tenían que pertenecer a él.
Fue más fácil de lo que imaginaba. Su oportunidad se presentó en el jardín. Disfrazado como serpiente él convenció a Eva que le hacía falta algo. Sembró duda en cuanto a la bondad de Dios. Le hizo creer que la habían tratado injustamente. Y ella cayó en la trampa.
En el momento en que Eva y su esposo comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal fueron secuestrados en el reino de las tinieblas. En ese preciso momento dejaron atrás el reino de Dios donde Dios los había dirigido, y donde bajo su dirección, ellos habían gobernado sobre la creación. Instantáneamente lo que les había unido con Dios se rompió y ellos experimentaron la muerte espiritual. La muerte espiritual quiere decir separación del creador.
Ahora que estaban separados de Dios, no había nada que podían hacer para reunirse. El pecado había entrado para contaminar toda la creación. Solamente una decisión que no fue dirigido por Dios dejó la humanidad incapaz de salvarse a sí mismo. Su espíritu separado de Dios fue incapaz de percibir el mundo espiritual y la relación con Dios fue rota. El alma del hombre tomó el control y él mismo llegó a ser el centro de su mundo. Su mente fue nublada por Satanás y así perdió la brillantez mental.
Satanás el dictador se frotó las manos con alegría. Acababa de secuestrar dos seres humanos y junto con ellos, toda la creación.
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Pasaron los años, los siglos también. El plan de Dios ya realizado en el ámbito espiritual pronto se realizará en el ámbito natural.
Alguien que pertenecía al reino de Dios debía entrar al reino de las tinieblas y entregar su vida para que todos los que habían nacido en ese reino llegaran a ser libres. Él debe venir y rescatarlos porque fueron totalmente incapaces de salvarse a sí mismos. El hijo de Dios fue el único calificado para llevar a cabo la operación de rescate. Su nombre es Jesús.
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Satanás el dictador hizo una mueca. Le sobrevino un temor mientras escuchaba atentamente las conversaciones; rápidamente llegó a sus propias conclusiones. ¿Un rey nacido para los judíos? Él no podía tolerar un rival. Le tocó actuar con prisa. El ser humano que empleó para ejecutar su ingenioso plan fue el rey Herodes.
Herodes, obligado por una voz en su interior, mandó a matar todos los varoncitos menores de dos años. Pero Jesús no resultó entre esos bebes. Satanás frunció el ceño.
Durante toda la vida de Jesús en la tierra, Satanás hizo muchos intentos maliciosos para secuestrarlo a su reino. Intentó tentar a Jesús a obedecerlo. Y si Jesús lo obedecía, y por medio de su obediencia daba su lealtad a Satanás, sería inmediatamente descalificado para llevar a cabo la operación rescate.
Satanás dobló sus esfuerzos para aniquilar a Jesús. Intentó mandarle por un acantilado. Incitó el pueblo en contra de él. Impulsado por la desesperación jugó su última carta: brujería. Muerte por crucifixión. De igual manera que se clavan alfileres en una muñeca de vudú para causar la muerte, hombres malvados clavaron al cuerpo viviente de Jesús el hijo de Dios.
¿Será que la brujería mataría a Jesús? Sería la brujería más poderosa que el rescatista?
Sus manos y sus pies fueron clavados a una cruz. Humanamente la posibilidad de sobrevivir parecía muy remota.
Un grito desgarró el aire, un grito triunfal, no el chillido de una persona moribunda y derrotada.
¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Medicamente hablando lo que ocurrió en ese instante no es lo que ocurre cuando una persona se muere. Normalmente cuando uno se muere, el espíritu sale de un cuerpo muerto.
Pero el espíritu de Jesús salió de un cuerpo vivo, no de un cuerpo muerto. Jesús literalmente entregó su vida.
La brujería no mató a Jesús. Él no murió exhausto bajo el peso del pecado del mundo; ni murió de las muchísimas enfermedades que llevaba. ¡No! Entregó su vida voluntariamente para rescatar a los secuestrados.
¡En ese mismo instante toda la humanidad secuestrada por Satanás hace siglos atrás fue LIBERADA!
En ese mismo instante Satanás y todas las potestades del reino de las tinieblas fueron derrotados.
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Satanás gruñó. Frente a él estaba Jesús el Vencedor, el libertador, con su mano extendida. Temblando de la rabia, el enemigo derrotado fue obligado entregar las llaves del infierno y la muerte. El único recurso que le quedó ahora fue su gran depósito de mentiras.
Los ángeles en el cielo se estremecieron. Uno de esa multitud de adoradores acababa de ser enviado al planeta tierra con una misión – sentarse en la entrada de la tumba vacía del Vencedor.
El planeta se sacudió con un terremoto violento. Fue un momento de triunfo e indicó la llegada del ángel del ámbito espiritual al ámbito natural.
El espíritu de Jesús había vuelto a su padre; su alma había descendido al infierno donde él había arrebatado del dictador derrotado las llaves. Una cosa faltaba. Dios estaba a punto de levantar su cuerpo de la tumba. Sería un cuerpo incorruptible.
Millones de seres celestiales retuvieron la respiración, mientras una oleada de entusiasmo pasó entre las filas. Para ellos fue algo incomprensible pero aún así, glorioso; ese momento histórico cuando Dios con un poder que trasciende todo poder terrenal, levantó a su hijo Jesús de entre los muertos.
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Agazapado en una intensa oscuridad, un cautivo pasó sus dedos por encima de las cadenas que lo ataban. Nacido en el reino de las tinieblas él era uno de los millones de la humanidad secuestrada. A través de los años había ensayado varios métodos de escape: religión; buenas obras; promesas; penitencias. ¿Estaba sentenciado a morir en cautividad? Suspiró profundamente y envolviéndose en sus trapos sucios, se desplomó al piso maloliente.
De repente su espíritu se agitó, obligándole abrir sus ojos. Instintivamente sabía que su rescatador había llegado. El Jesús resucitado estaba parado delante de él con una hoja en la mano. Lo acometió el deseo de poner toda su atención a lo que le estaba ofreciendo. El cautivo se inclinó y se fijó en la hoja. Vio su nombre escrito en letras grandes. Fue su carta de libertad firmada con la sangre de su libertador.
Esto fue un momento crucial, un asunto de vida o muerte. Tenía que escoger. Podía creer y aceptar la carta o seguir su existencia en cautividad.
El cautivo levantó la vista. Sus miradas se cruzaron; lo miró directamente a los ojos. Sin titubear, creyó de todo corazón y agarró su carta a la libertad.
Clonk. Los grilletes se le cayeron.
Clank. Las cadenas en sus muñecas se abrieron de un golpe.
El cautivo liberado se paró de un salto, sus ojos puestos en su salvador. Agarrando la mano extendida tomó un paso con confianza y entró en el reino de Dios.