─ ¡Oiga! ¡Sara está en embarazo!
─ ¿Cómo? ¡No puede ser¡
─ ¿Quién? ¿Cuál Sara?
─La esposa de Abraham, la que antes se llamaba Saray.
─ ¡Esa viejita de noventa años! ¡Esa sí es noticia!
─Dizque el bebé es el hijo de un pacto. Él es el verdadero heredero.
De carpa en carpa, de familia en familia, la noticia novedosa corrió como una llama de fuego fuera de control.
Ismael se mantuvo al margen del alboroto, aislado, un espectador pasivo. No quiso compartir la alegría, La noticia de un heredero le confirmó la sospecha que él era un error. Esta realidad era demasiado dolorosa y cada vez el niño se volvió más introvertido y taciturno. Rechazó todo intento de su padre de demostrar el amor que siempre le había afirmado.
*** *** ***
El corazón de Ismael se sobresaltó cuando escuchó el llanto de un bebé desde el interior de la carpa. Empuñó sus manos y golpeó el costal de trigo que su padre había colocado debajo del árbol. Lo golpeó con toda su fuerza una y otra vez hasta que este se rompió y el trigo se regó en el suelo. Enfurecido el muchacho lo pisoteó. Luego dio una patada al cachorro que se le acercaba y se marchó lejos del campamento. No entendía lo que estaba pasando. No entendía sus sentimientos. Odiaba a todo el mundo y más que todo, odiaba a ese bebé.
*** *** ***
Los años pasaban y la amargura en el corazón de Ismael crecía cada vez más, silenciosamente como un gas tóxico e imperceptible. A veces sentía que iba a explotar. A veces… ¡explotaba!
─Pa’, yo necesito saber la verdad.
Ismael ya con catorce años lanzó una mirada desafiante hacia las dos mujeres que dominaban su vida. Estaban peleando entre sí como siempre.
─Pa’ dígame ¿cuál de ellas es mi madre?
Enfadado, observó a su padre mientras este colocó una mano protectora en la cabeza del bebé Isaac. Lentamente Abraham quitó su mirada de la cara de su hijo recién nacido y se fijó en la de su hijo adolescente.
─Y es más, necesito saber porque eres tan especial con este bebé.
Abraham prestó toda su atención a su primogénito. Con paciencia y ternura volvió a contarle con detalles de la visita del Señor y la bendición que Él había declarado para Ismael.
─Mijo, cuando Dios y yo hablamos un día, yo le pedí que te concediera vivir bajo la bendición de Él. Hay una bendición para ti. Escúchame te lo voy a repetir. Dios dijo así: ‘En cuanto a Ismael, ya te he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. El será el padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy grande.’
Ismael quedó inconforme. La afirmación del amor de su padre no apaciguó el fuego que ardía en su pecho, el fuego que intentó sofocarlo junto con el odio, la amargura y el resentimiento ya presente, así que la bendición prometida cayó en saco roto.
El adolescente hizo un gesto y sus próximas palabras revelaban el profundo desprecio por su hermanito.
─ ¿Como así? Isaac, es ‘el bebé de la promesa’, es ‘el hijo del pacto’. ¿Cómo se atrevió a nacer? mocoso consentido. Lo odio.
*** *** ***
Llegó el día de la fiesta después de muchísimos preparativos. La fiesta de Isaac.
Desde lejos Ismael observaba a su hermanito, el centro de atención. Se sintió rechazado y a la vez impotente y terriblemente solo. La adrenalina de venganza corrió por sus venas impulsándole a precipitar tomar una decisión. Esa fue la oportunidad perfecta, tristemente su necia decisión le cambio la vida. Con cara de burla Ismael se acercó al festejado y se dedicó a molestarlo delante de todos los invitados.
Como una avalancha de rocas que aparece de la nada, la reacción de Sara frente al comportamiento de Ismael tomó por sorpresa a todos los invitados. Las cabezas giraron, las bocas se abrieron y las cejas se alzaron. Sara la atenta anfitriona, se transformó en una fiera y se abalanzó sobre su esposo Abraham.
Temprano a la mañana siguiente Ismael observó incrédulo mientras su padre llenó un odre con agua y empacó una canasta con pan. Estaba consciente de un vacio en su estómago, un mal presentimiento. Fue cierto que él se había pasado la raya durante la gran celebración cuando se burlaba de su hermanito, y sí había sido la causa de un escándalo, pero ¿sería que su papá le echaría por eso? Un dolor insoportable se clavó en su pecho mientras la raíz de amargura se torció en un nudo grotesco. La promesa de una bendición de Dios le pareció una cruel ilusión. Lagrimas de ira rodaban por sus mejillas.
Abraham puso el odre y los panes sobre el hombro de Agar. Pero fue Ismael que sintió un peso mayor sobre sus hombros porque él cargaba un bulto de reacciones a la decepción, el engaño, y la injusticia que había sufrido desde antes de nacer. Cargaba culpabilidad, angustia, venganza, ira, rencor, y cargaría ese bulto el resto de su vida.
Su padre le llamó, le despidió y le entregó a su madre. Los dos salieron rumbo al desierto.