Moisés se encuentra en una situación desesperante: un pueblo con millones de personas a su cargo, un ejército innumerable atrás, y un mar inmenso adelante. Por eso pide la ayuda de Dios. ¿No es justificable que alguien en semejante lío pida ayuda a Dios?
Junto con Moisés, escuchemos una respuesta inesperada, pues parece más bien una serie de órdenes:
¿Por qué me pides ayuda?
¡Ordena a los hijos de Israel que sigan su marcha!
Y tú, levanta tu vara,
extiende tu mano sobre el mar,
y divídelo … Éxodo 14:15-16
Ha llegado el momento en que Moisés debe ejercitar su fe. Su autoridad es su vara, el herramienta dada por Dios, la señal de Su presencia y poder.
Dios le había dicho: Pero no te olvides de llevar contigo esta vara, porque con ella harás señales milagrosas. Éxodo 4:17 NVI
Al actuar, Moisés honra a Dios y demuestra que cree que le fue entregada la autoridad para llevar a cabo el milagro, pues en el ámbito terrenal no es Dios que divide el mar. ¡Es Moisés! El tiene la autoridad. El extiende su mano y divide las aguas porque su fe activa el poder de Dios.
A veces pido a Dios Su ayuda, pero parece que no me responde, por lo menos no en la manera como yo quisiera.
Ahora entiendo porque a veces Dios no contesta mi petición: sencillamente porque Él ya ha respondido y ¡espera que yo ejercito mi fe al creerle y actuar! Si creo, actúo.
Señor, confieso que a veces uso la oración como una manera de esquivar la acción de la fe. Decido creer que en Cristo Tú me has dado Tu autoridad para ejecutar Tu voluntad. Levanto mi vara, (la autoridad que Tú me has dado) y en el Nombre de Jesús extiendo mi mano y divido las aguas. Creo y actúo.